¿Privacidad voluntaria?, protección obligatoria.

Según el diccionario de la Real Academia Española (R.A.E.)

la privacidad es el ámbito de la vida privada que se tiene derecho a proteger de cualquier intromisión.

Es una definición bastante intuitiva pero también bastante útil para seguir.

Como en esta definición se intuye la presencia de ley, vamos a ello y a la Declaración Universal de Derechos Humanos, que en su artículo 12 dice que:

Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques.

Y en la legislación de nuestro ámbito estatal, también podemos encontrar menciones de alcance también estatal en la Constitución, en el artículo 18:

  1. Se garantiza el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen.
  2. El domicilio es inviolable. Ninguna entrada o registro podrá hacerse en el sin consentimiento del titular o resolución judicial, salvo en caso de flagrante delito.
  3. Se garantiza el secreto de las comunicaciones y, en especial, de las postales, telegráficas y telefónicas, salvo resolución judicial.
  4. La Ley limitará el uso de la informática para garantizar el honor y la intimidad personal y familiar de los ciudadanos y el pleno ejercicio de sus derechos.

La ley otra vez, no está mal estando escrito en la Constitución española, ahí estamos, garantizando cosas como unos fieras…

Por suerte todavía tenemos instrumentos para defender nuestra privacidad o al menos intentarlo. De momento, porque el día menos pensado nos quedamos sin ellos, sobre todo si no los defendemos.

Todavía podemos hacer uso de cortinas y persianas en las ventanas. Nos sirve para proteger algún o algunos ámbitos privados de nuestra vida de cualquier intromisión (ver definición del diccionario de la R.A.E. más arriba). Es una ventaja para nosotros que las cortinas estén dentro de las casas y que las persianas se puedan subir bajar también desde dentro, ¿una forma de autogestión?, pues de la protección de tu vida privada, sí.

También tenemos las puertas de nuestra casa, con las interiores podemos gestionar la privacidad de los que estemos dentro, pero muy importante es la puerta de la calle: con ella nos podemos proteger de intromisiones de los que está fuera de nuestra casa. Podemos pensar en la sensación que se nos queda si fuerzan nuestra puerta, entran en nuestra vivienda y se llevan algo, no solamente la sensación del propio robo, que nos han quitado algo, es también la sensación de haber sufrido una intromisión como la que hemos mencionado antes, además es una sensación de la que tardamos bastante en recuperarnos.

Aunque parezca extraño verlo así, el poder pagar (el que pueda, no todos podemos pagar siempre) con nuestro propio dinero, también se podría considerar una práctica para defender nuestra privacidad: solo el que paga y el que cobra, algún testigo más tal vez, saben que estás pagando, más difícil puede ser que sepan quien es el que paga, sin embargo el sistema de pago que se va imponiendo de usar el teléfono y además sin contacto, rompe nuestra privacidad de forma similar a tener tu propia cámara de vigilancia: se puede averiguar donde has estado, cuando, que has comprado, cuanto has gastado, quien lo ha cobrado y todos estos datos se los quedan unos actores, el comercio, el banco, probablemente la compañía telefónica que además mantienen todos esos registros durante una buena temporada.

Tenemos un problema grande con la privacidad en el ámbito de Internet. La podríamos definir como el control de la información que tiene un usuario que se conecta a Internet.

De tiempo a esta parte se ha generalizado el uso de móviles para todo tipo de propósitos: hacer fotos, banca electrónica, pagos, mensajería instantánea, redes sociales, hay quien los usa para hacer llamadas telefónicas incluso, en fin, llevamos una parte importante de nuestras vidas. Para hacer todas esas cosas hay que instalar aplicaciones, si es que no están instaladas de antemano en los teléfonos, aplicaciones que no sabemos que hacen realmente, no se pueden auditar, son esas aplicaciones las que manejan realmente esos terminales, aunque los hayamos pagado nosotros.

La actitud del usuario ante este panorama suele ser de permisividad y laxitud, las justificaciones también: en general no se suelen leer las condiciones de uso que se imponen para muchas aplicaciones y muchos servicios, sobre todo cuando son «gratuitos» y se aceptan tal cual, igual por una cierta presión social, eso que se dice: «están todos allí»; bueno tal vez haya mucha gente, pero no siempre hubo tanta y por cierto, tampoco sería una buena justificación; también está la excusa «yo no tengo nada que ocultar»: normalmente cuando le pides a las personas que argumentan así, sus contraseñas de correo y redes sociales y otras cosas, cambian de idea y no te las dan; sería interesante ver sus reacciones si los gobiernos prohibieran el uso interior de cortinas en nuestras ventanas para que nos pueda espiar mejor, no sé que pasaría pero al menos indignación. Tampoco es válido el argumento de que «yo no soy interesante, ¿quien me va a espiar?», ya contó E. Snowden que las agencias espiaron masivamente precisamente porque pueden hacerlo, después ya analizarán cuando lo necesiten.

Es cierto que no parece muy ético obligar a nadie a instalar tal cosa o a usar tal otra red desde su móvil o no usar no sé que, (aunque desde este punto se pueden hacer otras consideraciones, estas no vienen al caso para el tema actual) así como tampoco se puede obligar a nadie a tener cortinas por dentro de las casas, realmente no son obligatorias, la puerta de la calle tal vez tampoco, pero cuando se trata de estos dispositivos en los que transportamos toda nuestra vida, tenemos que pensar que también llevamos parte de la vida de nuestros compañeros, familiares y amigos: direcciones postales, correos electrónicos, números de teléfono, fotos, vídeos, nada de eso es nuestro y hacer coexistir todos esos datos con aplicaciones de las que no conocemos su comportamiento, es como para que repensemos nuestra actitud con respecto a la propia privacidad porque tenemos una responsabilidad con los datos ajenos que portamos, debemos protegerlos, incluso aunque no tengamos nada que ocultar.

Ángel

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